“Annie” nos contagió de su esperanza

Tengo que confesarlo: siempre he odiado los pelos naranjas de “Anita, la huerfanita”. 
Tengo que confesarlo: a veces, sólo a veces, envidio ese espíritu soñador, libre, leal, bondadoso que entre las notas de su alegre tonada y el tierno pensar, contagia. “Annie” quien a sus 40 años, no ha crecido... yo tampoco.
 
Sunny es Sandy. Issie Swickle es Annie. Foto: Joan Marcus
 
Si algo me maravilla del teatro es la capacidad que tiene de reinventarse. No importa cuántas veces entre al San Diego Civic Theatre nunca será el mismo: así que desde el tres de noviembre, la tropa, los huérfanos, el rico, los malos, la enamorada, los bailes, las risas, el cachorro y más, nos cayeron de visita.
 
En esta ocasión, y para celebrar el simple placer de cada detalle de la vida, el teatro y su cuarta pared (derrumbada o no, ya me da igual) se transformaron en el haz de luz caído sobre la gran depresión norteamericana, pero más allá de eso, lanza la mirada a esa promesa de esperanza que trae el mañana.
“Annie”, otra de las niñas que parece pertenecer al país de nunca jamás, se hizo presente para dar una cátedra de la magia que esconde el talento infantil y sobretodo la capacidad de conectar con el niño interior que, en mayor o menor escala, todos tenemos.
Y no sólo me refiero a la siempre alegre chinos naranja, sino al maravilloso ensamble de pequeñas integrantes del orfanato que, junto a “Annie”, abren un capítulo a la reflexión sobre el valor de la niñez y con su talento exploran el baile ya sea entre arapos, el “stomp” con cubetas y cepillos de limpieza o la siempre primera vez de una navidad en familia. 
 
Para quienes no son seguidores de la historia, nuestra pequeña vive y crece en un deprimente orfanato acompañado de otras que como ella sueñan con alcanzar un nuevo destino, mientras una mezquina (por no decir, perra) tutora da cobijo y sombra a sus días.
 
Foto: Cortesía

“Annie”, en su versión broadwairiana (palabra que no existe pero la creamos, total, qué más da), es un reflejo de las tradiciones que se mantienen inertes desde 1977 año en que fue estrenada, junto a un imponente escenario que se transforma a placer para llevarnos hasta la oficina del presidente de los Estados Unidos, las calles de NYC, una glamorosa quinta avenida, entre otros tantos.
Así, con un golpe de suerte (y los maravillosos arreglos musicales), la creyente en el mañana se encuentra con la bondad de un millonario, quien la ayudará a buscar a sus padres sin imaginar que en el camino se encontraría a sí mismo y la codicia de otros tantos.
LYNN ANDREWS es Miss Hannigan. Foto: Cortesía
 
Y aunque serán centenares los que se den cita para llevarse a “Annie” a casa, luego de que se ofreciera una cuantiosa recompensa a quienes ofrezcan información del paradero de sus padres, la pequeña comprenderá que hogar no es un lugar físico sino donde dejamos el corazón y papá es la persona que se vuelve maestro y cómplice.
Por más de dos horas, y más de quince temas que resultan clásicos en la historia del teatro musical, “Annie” coloca al centro del debate qué podemos hacer para disfrutar más de la vida y cómo un cambio de visión puede restaurar la paz, la tranquilidad y el futuro.
Issie Swickle es Annuie. Lilly May es Molly. Foto: Cortesía
 
 
 
 
Al final del día, con todo y todo, sólo nos queda cerrar los ojos y decir un par de cosas: mis estimados adultos, “The sun will come out tomorrow“.
 
Niños, por favor, nunca dejen de creer.
 
 
 
 
La oportunidad de reencontrarse con “Annie” finaliza el próximo domingo 8 de noviembre. Los boletos están disponibles en taquillas del teatro o bien en el portal www.BroadwaySD.com.

 
 
 







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